jueves, 23 de octubre de 2008

CONOCIENDO SUS FUNDAMENTOS

Salmo 89: 14
Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; misericordia y verdad van delante de tu rostro.

Salmo 97: 1-2
Jehová reina; regocíjese la tierra, alégrense las muchas costas. Nubes y obscuridad alrededor de Él; justicia y juicio son el cimiento de Su trono.


SU TRONO ESTÁ FUNDADO SOBRE LA JUSTICIA Y EL JUICIO. PERO LA MISERICORDIA Y LA VERDAD VAN SIEMPRE DELANTE DE SU ROSTRO



No se puede pedir al Señor que deje sin perdón alguna impiedad, algún pecado. No se puede decir solamente que en Dios hay justicia, ya que El es justicia. Todo en Él es justicia, y por lo mismo no puede pasar por alto las trasgresiones, el pecado. Tiene que juzgarlos.

Pero delante de su trono, junto con la verdad, va también la misericordia. Prueba de ello es el Señor Jesucristo, que no queriendo que ninguno pereciera, subió al madero por nosotros, por los pecadores, y dió Su vida donde la única culpable era la nuestra, donde el único que merecía juicio éramos tú y yo, pecador. Y en esa misericordia, que siempre va delante de su trono, Él se complace en perdonar cualquier pecado que le es presentado, con reconocimiento, y arrepentimiento, y solicitud de pecado.

El pecado campea entre los hombres. Por doquier se ven nubes y obscuridad: el pecado es negro, y es por eso que el hombre vive adolorido, confuso, conciente de que lo que hace y cómo vive lo separa cada vez más de su Hacedor.

Mas ¡alégrate!, oh hombre perdido. ¡Jehová reina! El está dispuesto, Él quiere recibirte en Su trono, complacido al ver que llegas confesando ese (o esos) pecados, arrepentido y solícito de Su perdón. Has de saber que Su perdón es amplio. Recuerda que Él está dispuesto a perdonar, y a olvidar cualquier pecado que lleves a su presencia con esas características: reconocimiento, arrepentimiento, y solicitando Su perdón.

Él es fiel consigo mismo. No puede pasar por alto el pecado, pero es magnánimo y perdonador con los corazones arrepentidos. Acércate a Él, querido lector, conociendo sus fundamentos. Él no te echará fuera. Y alégrate: El, que ya reina, quiere ahora reinar también en tu corazón.

viernes, 10 de octubre de 2008

TU SENDA IRÁ EN AUMENTO

TU SENDA IRÁ EN AUMENTO

Proverbios 4: 18
Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto

Salmos 55: 21
Los dichos de su boca (del impío) son mas blandos que mantequilla, pero guerra hay en su corazón; suaviza sus palabras más que el aceite, mas ellas son palabras desnudas

Es justo el que camina en el temor de Jehová, es decir, el que teme salirse un ápice del camino que sabe que es el que agrada al Señor. No el que le teme, porque si andamos en sus caminos, no podemos temer a Aquel que es Amor.

Por otro lado, es impío, o inícuo, el que, aún conociendo cuáles son las sendas que agradan a nuestro Señor, se aparta de ellas, provocándole a ira. Desaprovecha toda oportunidad que de la gracia de Dios viene para lograr vivir en paz y cordialidad con Él, se aparta de los llamado que tiene del Espíritu Santo para llegar al regalo de redención que Cristo le quiere dar, sin importarle que su seguro fin es tener que presentarse ante el horrendo tribunal de juicio, el Gran Trono Blanco.

Si ya has sido llevado por la Gracia del Señor a andar por sendas de justicia, no te fijes, no te acuerdes del ayer. Recuerda que el mismo que te enseñó a andar por ellas, es el que también te oyó en tu arrepentimiento; es el que también pagó tus culpas en la cruz del madero, en donde eligió morir por tus pecados; es, asimismo, el que acudió ante Dios el Padre, para lograr tu perdón; es también el que mora en tí, haciéndote nueva criatura en la regeneración; y es, también, quien ahora te redarguye de pecado, te guía para nueva vida, se preocupa por tu santificación progresiva, y te cumplirá la salvación eterna que te prometiera el día en que pediste que fuera tu salvador personal. Gloria a Dios.

Sigue caminando popr sendas de justicia, sin importar que Satanás te quiera hacer caer, diciéndote que los pecados que cometiste en el pasado, antes de que llegaras a Cristo en solicitud de salvación, son tan horribles, que no puedes pretender que Dios te los perdone. Te dirá también, que no es posible que te haya perdonado esas culpas. Si se planta así ante tí, no tienes más que huír de él, pidiéndole a Cristo Jesús que Él se encare con tan malévolo ser.

LA SAVIA EN MI

LA SAVIA EN MI

Lucas 17: 15
Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz.

Romanos 12: 2
No os conforméis a éste siglo, sino trasformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Nos enteramos por Lucas que poco antes de entrar a Jerusalén, al pasar entre Samaria y Galilea, la comitiva de nuestro Señor Jesucristo se encontró con diez leprosos. Como la fama había precedido al Señor Jesús, los leprosos clamaron fuerte, solicitando su misericordia para ser salvos. También nos enteramos, por la misma lectura, que nueve de los leprosos siguió su camino hacia los sacerdotes, una vez limpios, para iniciar una vida de reintegración a la sociedad, y seguramente de fama y gloria, por ser receptores de los milagros divinos. Solo uno de ellos, samaritano, a diferencia de los demás, extranjero, regresa donde estaba nuestro Señor, para alabarle y agradecerle. Y sólo él, de entre los diez, obtiene la salvación, junto con la sanación que a todos dió.
El décimo decidió entregar su vida al Señor Jesús, y seguirlo en adelante. Decidió hacer en adelante Su voluntad, estar en Su voluntad. Recibir la savia divina, y dejarse recorrer por ella. Porque ello es, precisamente, la interpretación de la dependencia. Éste décimo leproso no decidió anularse, y vivir la vida del Señor en él. El leproso seguiría viviendo, y tomando decisiones, y ejerciendo su voluntad, pero siendo recorrido por la savia divina. Es decir, sumergiéndose, duchándose en la palabra divina, antes de tomar una decisión. Garantizarse, mediante el conocimiento de la palabra de Dios, y mediante la oración, que las decisiones que tomara estarían de acuerdo con los designios e instrucciones que Dios nos ha dado para ser vividas. Como en las instrucciones que Él nos dejó, que ilustra mediante la vid y el sarmiento: la fruta debería ser producida por el sarmiento, no por la vid. Por las ramas, no por el tronco. Pero, para que la uva fuera dulce, turgente, en buena cantidad, la savia que recorriera al sarmiento debería ser la que le confiriera la vid.
Así en nosotros, la savia que debe recorrernos, y bajo cuya influencia debemos tomar nuestras decisiones, es la divina e influenciadora presencia de Dios en nuestras vidas.